Margen de beneficio
El Diccionario de la Real Academia define, entre otras acepciones, margen como “cuantía del beneficio que se puede obtener en un negocio teniendo en cuenta el precio de coste y el de venta”.
Esa acepción de margen se refiere a la venta de un producto concreto. Si hablamos de margen de beneficio nos solemos referir a la rentabilidad que deja toda la empresa o un tipo de producto.
Este margen de beneficio se expresa en porcentaje y consiste en la diferencia entre los gastos y los ingresos que genera la unidad estudiada; si para poner a la venta un lote de 1.000 productos hemos gastado, en total en su producción, 5.000 y el precio de venta del total de dicho lote es 7.000 el beneficio que nos deja es de 2.000 y su margen de beneficio será 2000/7000=28,57%.
Por lo tanto, los factores que debemos tener en cuenta para calcular nuestro margen de beneficio son:
- Ingresos: el precio de venta sin incluir el IVA.
- Gastos: tanto los costes directos de producción (materia prima, mano de obra, amortización de maquinaria, por ejemplo) como los indirectos (repercusión de gastos generales de la empresa en la proporción que se utiliza para la fabricación de ese producto o servicio).
Está claro que si ponemos en marcha una empresa o negocio el motivo fundamental para hacerlo es obtener rentabilidad económica. Es verdad que los motivos para trabajar o dedicarse a una actividad mercantil no son sólo económicos: puede haber otros como la realización personal, la tradición familiar, etc.
Pero si el objetivo de la actividad no es la obtención de beneficios no estamos hablando de una empresa ya que el obtener beneficios forma parte de su definición.
Cuando iniciamos un nuevo negocio o un nuevo producto o servicio dentro de nuestro negocio lo primero que debemos hacer es calcular cual va a ser el margen de beneficio que nos va a dejar y cómo debemos actuar para que dicho beneficio sea el mayor posible, lo que no está reñido con su calidad o con la buena factura o con un precio competitivo del producto, de hecho la bondad de lo que vendemos suele ser un factor muy positivo para la obtención de beneficios.
Cuando el negocio es novedoso o no lo es pero se instala en un lugar donde no solía haber ese tipo de negocio es posible que el empresario asuma que va, no sólo a no obtener beneficio, sino a tener pérdidas durante determinado periodo (que puede, incluso, llegar a ser de años) y acepte dichas pérdidas con la esperanza de que, en un futuro, llegue el momento de los beneficios y los mismos compensen la inversión en soportar las pérdidas que hemos hecho.
Esto es muy peligroso, mi consejo es que si vamos a soportar pérdidas de un negocio lo hagamos después de estudios económicos (de mercado, de producción, etc.) muy completos y no fiándonos de nuestro instinto o de nuestra experiencia personal.
El umbral de rentabilidad
También llamado punto muerto o umbral de equilibrio, el umbral de rentabilidad es el volumen de ventas que se debe alcanzar para que un producto o servicio deje de dar pérdidas y comience a dar beneficios.
En este caso, cuando ponemos a la venta el producto o servicio en cuestión, tenemos unos costes fijos como son su diseño, la maquinaria, los gastos de personal, el alquiler de la nave o local y otros y también unos costes variables como sería la materia prima para su elaboración.
Vistos los costes debemos vender un número determinado de unidades de producto para que de beneficios y, hasta que llegamos a ese nivel de ventas, el producto da pérdidas; cuando alcanzamos el nivel de ventas requerido el beneficio es 0 pero ya no hay pérdidas en su producción o elaboración y, a partir de ahí, habrá beneficios.
Habrá beneficios, pero esto debe matizarse, porque los costes variables aumentarán cuando aumente la producción así que no hablamos de cantidades fijas e invariables.
Como hemos visto, este criterio del punto muerto se aplica a productos concretos de la empresa: si en nuestra empresa fabricamos y/o vendemos un solo producto el margen de beneficio o pérdida de ese producto coincidirá con el de la empresa.
Pero si nos ocupamos de varios productos el margen de beneficio de la empresa será el resultado que den todos ellos en conjunto.
En este caso es posible que mantengamos algún o algunos productos que no dan beneficios o, incluso, que dan pérdidas como estrategia empresarial para, por ejemplo, adquirir prestigio en nuestra marca o potenciar, con ellos, las ventas de otros productos de nuestra empresa que sí dan beneficios.
Los costes de oportunidad
Si hablamos de beneficios de la empresa debemos, también, hablar de los costes de oportunidad.
Los costes de oportunidad, en la teoría económica, suponen conocer los beneficios alternativos que podríamos haber obtenido si, en lugar de realizar una determinada inversión, hubiéramos realizado otra.
Si en nuestra empresa realizamos una inversión económica para producir o comercializar un bien o servicio y nos da un resultado determinado (beneficio o pérdida) su coste de oportunidad sería el resultado que hubiéramos obtenido si esos recursos económicos los hubiéramos dedicado a la mejor inversión alternativa.
Por explicarlo con un ejemplo: si disponemos de 500.000€ para invertir y, con ellos, decidimos abrir una tienda de moda, el coste de oportunidad es, según acabamos de decir, la mejor inversión alternativa.
Supongamos que esos 500.000€ los hubiéramos invertido en comprar un fondo de inversión.
En el caso de que, transcurrido el primer año, la tienda de moda todavía no haya dado beneficios y que si hubiéramos comprado los fondos de inversión ahora valdrían 600.000€ el coste de oportunidad de la inversión es la diferencia entre los beneficios del negocio que tenemos y los que hubiera dado su alternativa, en este caso 100.000€.
Tampoco es una cantidad fija e inamovible, es posible que esa pérdida de coste de oportunidad se compense en el futuro porque nuestra tienda de moda comience a dar grandes beneficios y que ese primer año sin ellos sea una inversión; para ello deberíamos calcular los costes de oportunidad a más largo plazo.
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