Juicio de valor
La idea del juicio de valor nos rodea constantemente en nuestra vida diaria. Forma parte de la manera como interactuamos entre nosotros, como valoramos nuestras posesiones, o cómo entendemos las políticas económicas de un país.
El juicio de valor es un concepto algo abstracto con aplicaciones en todos los ámbitos de las ciencias, la economía o la política. Vamos a intentar resumir su significado focalizándose en su aplicación en el ámbito de la economía y la empresa.
Qué es un juicio de valor
En el análisis del sociólogo alemán Max Weber sobre los métodos de estudio de las ciencias sociales, Weber define la idea de juicio de valor como la evaluación práctica de un fenómeno que es capaz de ser influenciado por nuestras acciones, ya sea en su favor o en su contra. Para Weber, realizar un juicio de valor es evaluar una idea, una tesis, un valor contable, una política económica, y el etcétera más largo que nos podamos imaginar, siempre y cuando esta idea o concepto sea susceptible de nuestra influencia.
Por lo tanto, ¿qué es un juicio de valor? Simplemente, la evaluación de un fenómeno, concepto o idea mediante la aplicación de todo un conjunto de valores propios. Se trata de poner bajo estudio la certeza o falsedad de algo, su usabilidad o su empleabilidad. Eso sí; siempre bajo la subjetividad de las creencias que basan nuestro juicio.
Objetividad o subjetividad
Un juicio de valor es siempre subjetivo por naturaleza. Al aplicar nuestras creencias en la evaluación de un concepto estamos renunciando a la objetividad y de algún modo reflejamos nuestra opinión al respecto. Sin embargo, esto no quiere decir que nuestra subjetividad del juicio de valor no deba ser justificada, sino que un buen juicio de valor será aquel que intente ser cuánto mejor argumentado como sea posible.
Existen largas discusiones académicas sobre la existencia de juicios de valores neutrales (del inglés, value-neutral) y autores como Russell Wallace debaten sobre si hay tecnologías de valores neutrales. En general, solo hablaremos de juicios de valores neutrales si hay una evidencia científica que demuestra la utilidad o certeza de algo independientemente del contexto en el que se encuentre.
Para muchos, la idea de “objetividad” es una quimera y solo puede ser entendida como ideal a la que aspirar cuando se realizan juicios de valor.
El juicio de valor en la contabilidad
En contabilidad se toman diariamente muchísimas decisiones que afectan al resultado final de los libros contables y a la expresión de la realidad financiera de una empresa. Entre todas estas decisiones, como en cualquier campo tecnológico o científico, existe cierto grado de subjetividad.
La normativa contable reconocida hoy en España es la contemplada en las normas internacionales de contabilidad (PIC) y, por lo tanto, por el Plan General Contable (PGC). El objetivo de todo el sistema está en garantizar que las cuentas expresan de manera fidedigna la realidad del patrimonio, la situación financiera y de resultados de las empresas.
Para ello, los principios contables entienden que, por definición, el ejercicio de realizar una contabilidad no es un hecho de naturaleza totalmente objetiva. Como bien determina el principio de uniformidad, lo importante es que los criterios contables no se modifiquen sin justificación. Y, de acuerdo con el principio de importancia relativa, el contable deberá definir en qué grado se deben aplicar las normas y principios contables de acuerdo con su potencial impacto en el objetivo de garantizar la representación fidedigna de la realidad.
Por lo tanto, la contabilidad deberá tener por objetivo utilizar los juicios de valor en la definición de criterios contables de acuerdo con la misión principal de garantizar la expresión de la realidad financiera de la empresa.
El juicio de valor en economía
En macroeconomía y en la política económica, la situación es muy parecida. Es cierto que muchos economistas de la rama neoclásica y neoliberal entienden la economía como una ciencia exacta, en que las actitudes de los ciudadanos y su uso del dinero como medio de intercambio son factores predecibles. Sin embargo, en las últimas décadas se ha intensificado la visión académica de que la economía es una ciencia en cierto grado subjetiva y que requiere del estudio empírico y transdisciplinar de los hechos y no únicamente matemático.
En la política económica y monetaria de Estados y Bancos Centrales el debate se repite. Mientras los defensores de una política tecnocrática entienden la toma de decisiones económicas como decisiones basadas en criterios objetivos y libres del juicio de valor, otras ramas de economistas creen que los juicios de valor basados en creencias personales son inevitables.
Lo cierto es que hoy, las decisiones económicas fiscales corresponden al ámbito de la política en la mayoría de los países democráticos. Por otro lado, en el ámbito de las decisiones monetarias, los Bancos Centrales toman decisiones que defienden como objetivas y libres de juicios de valor, sin control político.
Por lo tanto, un juicio de valor es, en definitiva, una opinión sobre la asertividad de una decisión, sobre la realidad de un hecho, o el valor de un activo, abiertamente basada en el conjunto de valores de quien juzga. Existe un amplio debate académico entre subjetividad u objetividad, no hay respuesta única; el lector deberá definir su visión.
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