Elitismo
El elitismo es un tipo de sistema social, económico e incluso político, que gozó de una amplia implantación en sociedades del pasado, pero que todavía se manifiesta de diversas formas en la sociedad contemporánea. Vamos a adentrarnos en los aspectos más representativos del elitismo y de su historia.
¿Qué es el elitismo?
El elitismo es un sistema ideológico, que afecta a los demás órdenes de la sociedad (político y económico), en tanto en cuanto parte de la premisa de la superioridad de un reducido colectivo social, conocido como élite, y cuyos miembros se atribuyen prebendas, derechos y/o privilegios especiales con respecto a los demás individuos.
El argumento de la superioridad de la élite se suele articular desde un punto de vista moral, intelectual y cultural: los individuos pertenecientes a la élite se consideran a sí mismos superiores al resto de la sociedad (pueblo llano), a la cual observan con indiferencia, superioridad, o con el recelo y la desconfianza con los que normalmente se mira a un delincuente.
De cara a participar en la sociedad y tomar decisiones, el elitismo defiende que solo las opiniones de la élite serán válidas; por lo tanto, esta minoría suele acaparar los puestos de poder político y económico, relegando a los demás individuos a un papel secundario, o incluso de mera servidumbre.
Es fácil inferir que las élites son grupúsculos cerrados, a los que normalmente se accede por herencia o influencias, pero también por su trabajo (aunque históricamente no ha sido así); dado que las personas que componen las élites son poderosas, la entrada en estos grupos suele estar reservada a individuos del mismo perfil, en cuanto a poder adquisitivo, influencia política o conocimientos se refiere.
Por lo tanto, la asunción del elitismo conlleva automáticamente la configuración de una sociedad jerarquizada, en la que las élites representan los estratos más altos: estos grupos de personas, como consecuencia de su estatus, pueden aspirar a mayores beneficios que el resto de los colectivos, como una mejor educación, puestos de trabajo más importantes y, en general, una vida muy holgada en cuanto a economía se refiere.
También conviene señalar que el elitismo es un hecho no necesariamente institucionalizado, ya que al adquirir carácter oficial, se denominaría aristocracia; como veremos a continuación, en los aspectos históricos del elitismo encontraremos alusiones claras a la existencia reconocida de élites en distintas sociedades, cuyo estatus superior se ve refrendado por las propias leyes del estado (redactadas, realmente, por y para ellas mismas).
Historia del elitismo
Precedentes del elitismo
En la antigüedad ya encontramos precursores del elitismo en las distintas civilizaciones: la división de la sociedad en clases o castas fue un hecho durante toda la Edad Media y en gran parte de la era moderna, siendo la Revolución Francesa uno de los máximos exponentes de rebeldía social contra los privilegios de la aristocracia, clero y nobleza.
Sin embargo, esta forma de entender el elitismo hizo virar más la historia hacia escenarios de desigualdad social en las que, bajo la premisa de que la élite está mejor preparada para regir los destinos de un país, se relega al pueblo llano a la escasez de recursos y, por lo tanto, a la pobreza.
El elitismo moderno
Como tal, el elitismo se remonta a finales del siglo XIX, concebido en la denominada escuela italiana del elitismo. Sus máximos exponentes fueron Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels, los cuales defendían que el poder de una nación residía en sus instituciones políticas y económicas, y no en el pueblo llano, al cual realmente no le interesaba quién gobernase el país mientras tuviera garantizado el sustento.
La idea central es que, por su formación, cultura, recursos y preparación, son las clases altas de la sociedad quienes están realmente preparadas para tomar el mando del país, ya que tienen verdaderos intereses en el buen funcionamiento del gobierno.
El elitismo contemporáneo
La forma de entender el elitismo ha cambiado con los años, hasta convertirse más bien en un hecho no institucional, incluso sometido a cierto subterfugio, pero del que todo el mundo es consciente en mayor o menor medida: si bien el desarrollo de las sociedades democráticas trata de equiparar, en general, los recursos de los ciudadanos, no supone impedimento alguno para la proliferación de élites sociales.
Sin embargo, uno de los conceptos que más promueve el elitismo es el de tecnocracia: una sociedad comandada por personas sobradamente preparadas, y que no gozan de su posición privilegiada por causa exclusiva del patrimonio o estatus adquiridos por nacimiento, sino por sus estudios y contribución al avance de la sociedad. Personas que ostentan el poder por méritos y no por decisiones de facto, aunque hayan tenido el camino más fácil que otros miembros de la sociedad para llegar a donde están (un aspecto inherente al elitismo clásico).
El elitismo actual, aun habiendo desplazado en términos globales la idea de menospreciar a las clases inferiores, mantiene su esencia en tanto en cuanto las personas pertenecientes a las élites siguen gozando de claras ventajas con respecto al resto de los individuos de la sociedad.
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