Depresión económica
El Diccionario de la RAE define depresión económica como “fase de caída en el ciclo económico en la que se produce un descenso significativo de la actividad económica, pueden bajar los precios por exceso de oferta, aumenta el desempleo, etc.”
Las fases del ciclo económico hacen que, de manera periódica, se van produciendo momentos de expansión seguidos de otros de recesión. Durante la expansión los ingresos de familias y empresas crecen, el crédito es más accesible y los productos se venden, lo que hace subir la inversión de las empresas para producir más mientras que en la recesión ocurre todo lo contrario, bajan los ingresos, las ventas, al ahorro de las familias y, desde luego, el consumo.
Analizado a largo plazo el ciclo económico es algo positivo si existe crecimiento económico, una fase de recesión es algo periódico y normal que, en principio, va a dar lugar a otra fase posterior de expansión.
Cuando la recesión se convierte en depresión
En principio se considera que una economía se encuentra en recesión cuando existen dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo; como hemos dicho la sola recesión es algo normal en el ciclo económico y dará lugar a una recuperación posterior.
La depresión es una recesión mucho más aguda; no existe un criterio objetivo para calificar una situación como de depresión pero muchos economistas consideran que la hay cuando la caída del Producto Interior Bruto es superior a un 10%.
En términos menos rigurosos podemos decir que existe depresión cuando la actividad económica ha tocado fondo y hay pocas perspectivas de recuperación, lo que podemos llamar una crisis económica en la que esa reducción de la producción de las empresas y del consumo de las familias se mantiene de manera sostenida en el tiempo, produciéndose un importante crecimiento del desempleo y una importante restricción del crédito bancario.
Cuando se produce suelen aparecer varias quiebras de empresas de todo tamaño y los cambios de la moneda son muy volátiles, perdiendo valor e, incluso, con devaluaciones.
También aparecen aquí fenómenos como la deflación o la hiperinflación.
En resumen, podemos decir que mientras la recesión es solo un momento del ciclo económico la depresión es un problema estructural que, a diferencia de aquella, va a permanecer en el tiempo y a producir unos efectos catastróficos para todos, empresas y familias.
Medidas a adoptar ante una situación de depresión
Lo que está claro es que una depresión trae consigo consecuencias tremendamente negativas de paro, desaparición de empresas y de tejido productivo, carestía de todos los bienes de consumo, en resumen trae pobreza generalizada.
Los responsables de la política económica y de la política monetaria deben afrontar esa situación, en primer lugar, reconociéndola y analizando sus causas y características y luego deben adoptar medidas para solucionarla lo antes posible.
El primer paso será, normalmente, atender las necesidades inmediatas y perentorias de la población dentro de las capacidades y responsabilidades mediante auxilios sociales y la cobertura por desempleo.
A partir de ahí la política monetaria de los bancos centrales juega un papel importantísimo, persiguiendo hacer más accesible el crédito y, con él, la inversión y el consumo. Los bancos centrales tienen la capacidad de influir de manera extraordinaria sobre los tipos de interés y sobre la oferta monetaria.
Otro gran campo de actuación sería el de la política fiscal, el Estado hacer reformas para aumentar su recaudación o, alternativamente, para dejar más dinero en el bolsillo de la población bajando los impuestos. También puede la autoridad estatal hacer modificaciones adecuadas en los mercados financieros y en el mercado de trabajo.
Por último existe corriente, el keynesianismo con el que no todos están de acuerdo, que propugna luchar contra la depresión realizando grandes inversiones públicas, el Estado incrementará el gasto público de manera muy importante, endeudándose para ello, y ese gasto irá a parar a empresas que aumentarán su negocio y sus ventas y, a su vez, realizarán gasto en otras empresas y crearán trabajo. Esta corriente se ha intentado poner en práctica en la gran depresión de 1929 (de la que hablaremos más abajo) con resultados poco positivos ya que consiguió paliar los efectos en las grandes ciudades pero no solucionó el problema que continuó existiendo hasta la II Guerra Mundial.
Grandes depresiones en nuestra historia económica
Quizá mejor que explicar lo que es y cómo funciona una gran depresión será analizar las que han sucedido en el pasado. Vamos a ver las siguientes:
- El pánico de 1837 duró unos cinco años y supuso la quiebra de varios bancos. Se produjo por el estallido de una burbuja en los bienes inmuebles.
- La depresión de 1873 que afectó a buena parte del planeta y se solucionó con la aparición de nuevos modelos económicos (la Segunda Revolución Industrial) consistentes en el uso y producción de nuevas fuentes de energía (el carbón) y de nuevos materiales (el acero).
- La gran depresión de los años 30, surge en el Crack de 1929 al estallar una enorme burbuja financiera en las bolsas de valores americanas. Las bajadas del PIB en Estados Unidos fueron enormes creando una gran pobreza y paro, sobre todo en la población rural. Afectó al resto del mundo de manera desigual, especialmente a Alemania, vulnerable por haber perdido la guerra, siendo probablemente una de las causas del ascenso del Régimen Nazi. Aunque se intentó solucionar con políticas keynesianas (El New Deal de Roosvelt) no se solucionó hasta la II Guerra Mundial.
- La Gran Recesión de principios de nuestro Siglo XXI, surge a partir de 2007 por el estallido de burbujas creadas por entidades bancarias que, incumpliendo sus deberes y la regulación, pusieron en el mercado productos financieros que no valían lo que se pagaba por ellos (los famosos bonos basura) lo que afectó a todo el mundo económico, al crédito y al funcionamiento de los mercados de manera muy grave en todo el mundo.
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