Demagogia
La demagogia es una forma de manipulación casi tan antigua como el ser humano. El término fue acuñado en la antigua Grecia y hoy por hoy sigue de plena actualidad. Aunque su significado ha ido variando ligeramente a lo largo del tiempo, sigue siendo un concepto estrechamente ligado con el ámbito político.
La mayoría de los políticos la usan, con independencia de sus ideas y el partido al que pertenecen, pero llega un momento en que para los ciudadanos resulta complicado reconocerla. Y ahí reside precisamente la clave de su éxito y lo que ha conseguido que está técnica destinada a manipular haya subsistido durante cientos y cientos de años.
¿Qué es la demagogia?
Esta palabra tiene origen griego y está compuesta por los vocablos demos (pueblo) y ago (dirigir). Es decir, que se puede definir como una forma de usar las palabras para inclinar la voluntad del pueblo hacia ciertas ideas o conductas.
El demagogo utiliza esta estrategia para tener al pueblo de su lado y mantener así el poder. Sin embargo, la demagogia no es algo que solo se dé en los sistemas democráticos. A lo largo de la historia ha quedado demostrado que un abuso de esta forma de manipulación puede llevar a los Estados hacia sistemas tiránicos.
Evolución del concepto a lo largo de la historia
En la Grecia clásica, el demagogo era un tirano proveniente de la clase alta, alguien que ostentaba el poder sin legitimidad. Sin embargo, con el tiempo la demagogia empezó a surgir directamente en el pueblo, otorgando así legitimidad a esos demagogos que llegaban al poder apoyados por los ciudadanos.
Para Aristóteles la demagogia era algo más que una técnica de manipulación, era una forma de gobierno directamente derivada de la corrupción y la degradación de la democracia. Un demagogo puede conseguir que una parte de la población se vuelva contra otra, ya sea por sus creencias o por su estatus.
Cuando el demagogo está en el poder maltrata injustamente a aquellos que no piensan como él, y lo hace precisamente para seguir manteniendo el apoyo de quienes le han dado el poder.
Muchos siglos más tarde, fue el sociólogo Max Weber quien también intentó abordar el concepto. Para él la demagogia no es nada raro, sino algo inherente al sistema democrático. Si los líderes son elegidos por gran parte de la población, entonces es imprescindible utilizar la demagogia para despertar los sentimientos de los electores y hacer que voten.
Desde Weber hasta hoy apenas ha cambiado el significado que se le otorga a este concepto. Sin embargo, si se aprecia un cambio en el uso de la demagogia. La llegada de las redes sociales y de nuevos canales de televisión propicia que el debate político esté siempre presente en el día a día de los ciudadanos.
Esto ha convertido la demagogia en algo totalmente habitual. No solo la utilizan los políticos, también los periodistas que analizan la actualidad política e incluso los ciudadanos que comparten públicamente su opinión. Así, unos influyen sobre otros y consiguen que el voto pueda orientarse hacia un determinado lado.
Formas de demagogia
El fin último de la demagogia es instrumentalizar al pueblo y dirigirlo como si fuera un rebaño, recurriendo para ello a tácticas de manipulación como el engaño, la desacreditación de ciertas personas o colectivos, etc.
Un buen ejemplo de demagogia es cualquier campaña política actual, en la que los políticos prometen casi cualquier cosa con tal de conseguir votos, aunque saben que aquello que han prometido es imposible de cumplir.
Sin embargo, no todas las formas de demagogia son iguales:
- Falacias: afirmaciones basadas en premisas falsas o que son intencionalmente erradas. Una falacia implica llegar a una conclusión errónea a través de unos datos que están equivocados o han sido falseados.
- Omisiones: implica no decir aquello que se sabe que puede ser impopular.
- Alteración del significado: supone elegir muy bien el discurso y las palabras a emplear para dotar al mensaje de un contenido emocional.
- Estadísticas fuera de contexto: usar datos y cifras para apoyar argumentos, pero extrayendo los datos de contextos que no tienen mucho que ver con lo dicho.
- Demonizaciones: suponen atacar directamente al oponente, a una ideología, a un grupo social, etc., a fin de legitimar los propios argumentos.
- Falso dilema: reduce el debate político a una postura maniquea a fin de radicalizar el pensamiento de los seguidores.
¿Se puede luchar contra la demagogia?
Es algo muy complicado. La experiencia parece demostrar que la clave para acabar con esta forma de obtener el poder y engañar a la población es contar con ciudadanos con un buen nivel educativo y un alto sentido crítico. Sin embargo, incluso las civilizaciones más desarrolladas y avanzadas han caído en más de una ocasión en las redes de políticos demagogos.
Además, hay que tener en cuenta que la demagogia también se adapta a los nuevos tiempos. De hecho, en los últimos años ha surgido una evolución de la misma que se conoce como post-verdad y que recurre al manejo de la información para obtener una respuesta emocional de la población. Por tanto, lejos de desaparecer, la demagogia está adaptándose a la sociedad actual.
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