Crecimiento económico
El crecimiento económico se define como el aumento sostenido del producto de una economía en un periodo de tiempo determinado.
Para su medición se calcula el aumento del Producto Interior Bruto (PIB) entre los años a calcular.
El aumento sostenido del crecimiento económico es un fenómeno actual, que no se ha dado en la mayor parte de la historia humana y que ha ido aumentando; de este manera antes del Siglo XIX no había, prácticamente, crecimiento económico y su aumento durante el Siglo XX fue sustancialmente mayor que en el siglo anterior.
De todos modos el crecimiento global de que hablamos no ha afectado por igual a todos los países y regiones, está repartido de manera muy desigual.
El crecimiento sostenido
Si seguimos las teorías económicas clásicas, desde Adam Smith a sus seguidores decimonónicos, el crecimiento económico se consigue con una aportación continua de capital a la economía.
Sin embargo, no es posible realizar constantemente un aumento de aportaciones de capital en una economía porque la capacidad de ahorro de cualquier sociedad tiene un límite, llega un momento en que no se puede aumentar la inversión.
Gracias al estudio de los ciclos económicos que el crecimiento no se produce únicamente por el aumento de las aportaciones de capital, hay otros factores que también lo producen.
Para empezar debemos aclarar que un crecimiento sostenido se da siempre en una sociedad que está sujeta a los antes dichos ciclos económicos, teniendo su economía periodos de expansión y recesión cíclicos que se repiten en periodos de entre siete y quince años sucesivamente.
Lo importante no es que el crecimiento se produzca visiblemente un año tras otro, lo importante es que a largo plazo en momentos comparativos de esos ciclos, se produzca el crecimiento económico.
Factores como la innovación tecnológica, la mejor preparación de los trabajadores, los cambios de estructura demográfica o un desarrollo normativo y fiscal adecuados favorecen este crecimiento continuo haciéndolo posible.
Desde un punto de vista Keynesiano se piensa que el sector público puede ser un buen impulsor del crecimiento económico fomentando y creando directamente las inversiones necesarias para reactivar la economía, dar trabajo a los que no lo tienen y, con ello, fomentar el consumo necesario para que las empresas produzcan a su vez.
Crecimiento y desarrollo económico
El concepto de crecimiento económico está ligado a magnitudes macroeconómicas como el nivel de producción, el de consumo, el de ahorro (que es la diferencia entre los dos anteriores), por lo tanto hablamos de un concepto absolutamente económico.
Por contra, el desarrollo económico, aunque también sea un concepto macroeconómico, supone la capacidad de transformación de las condiciones que originan, en lo institucional y en lo material, la realidad económica, cultural y social del territorio: hablamos de cambios estructurales en la economía para que sea posible.
El desarrollo económico surge de dentro de la propia sociedad y supone un aumento de la riqueza originado por circunstancias de la propia sociedad que mejoran su funcionamiento; hablamos de una transformación de los sistemas productivos con nuevos tipos de técnica, de organización y de preparación de la producción a lo que deberán adaptarse las empresas realizando las necesarias inversiones para ello.
Debemos tener en cuenta que, en nuestro mundo actual, solo una quinta parte de su población vive en países desarrollados, el resto son países subdesarrollados o en vías de desarrollo.
El desarrollo económico supone un desplazamiento de la oferta y de la demanda del sector primario (agricultura) al de producción industrial y al de servicios, un cambio en los hábitos de vida de la población.
Para conseguir este desarrollo económico es necesario, desde luego, un crecimiento económico sostenido en el tiempo pero también se necesitan más cosas: aplicar las políticas económicas adecuadas, tanto desde el propio país como desde el exterior, y una legislación adaptada a las necesidades concretas del territorio.
Desde el fin de la II Guerra Mundial se ha venido estudiando este tema bajo el nombre de economía del desarrollo.
Crecimiento y bienestar social
En principio se considera que el Producto Interior Bruto (PIB), al medir la riqueza del país es un buen indicador del bienestar social de ese país; sin embargo, es un indicador muy imperfecto ya que no tiene en consideración datos como las desigualdades sociales o el trabajo sumergido y tampoco nos indica otros datos relevantes como el acceso de todos a la educación o a la asistencia sanitaria.
Para la medición de ésto han surgido iniciativas como el Índice de Bienestar Económico Sostenible (IBES), el Índice de Progreso Genuino (IPG), el Índice Físico de Calidad de Vida, el Índice de Pobreza Humana o el Índice de Desarrollo Humano y su derivado Índice de Desarrollo Genérico respecto de la calidad de vida de las mujeres.
Todos estos índices parten del PIB pero tienen en cuenta otros factores como la esperanza de vida, la tasa de mortalidad infantil, el nivel educativo medio de la población y su acceso a otros servicios esenciales.
Los estudios históricos demuestran que el crecimiento económico supone siempre una mejora en las condiciones de vida de los más desfavorecidos, lo que ocurre es que a veces esto no es suficiente; la espantosa calidad de vida de los obreros en los países capitalistas del Siglo XIX, su malnutrición y condiciones lamentables de trabajo y vida, se ha demostrado que se hubiera producido con ese tipo de desarrollo demográfico y desplazamientos de población aún sin la Revolución Industrial y que ésta frenó, hasta cierto punto, el deterioro de sus condiciones de vida.
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