Austeridad
El Diccionario de la RAE define austero como “sobrio, morigerado, sin excesos”.
La austeridad, que es la cualidad de ser austero, consiste en renunciar a gastar dinero en determinadas cosas de las que podemos prescindir con el objetivo de disponer de ese dinero que no gastamos.
Debemos recordar que la economía es el estudio del uso de recursos escasos y que siempre la utilización de tales recursos supone una elección porque si los utilizamos en una cosa ya no vamos a poder utilizarlos en otra (aquí aparece la teoría de los costes de oportunidad).
Es ya tradicional el ejemplo de la langosta: uno puede, utilizando sus medios económicos, comer langosta todos los días, pero eso puede suponer que no tenga dinero para otras cosas necesarias como el vestido o la vivienda; si queremos tener una casa donde vivir y ropa con la que vestirnos deberemos renunciar a comer langosta a diario, este podría ser un ejemplo de austeridad (renunciamos a algo que deseamos para atender otras necesidades).
La necesidad de ser austeros en mayor o menor grado depende de las circunstancias concretas: el nivel de ingresos (altos o bajos), las necesidades personales (no es lo mismo un individuo solo que una familia numerosa), si tenemos o no tenemos ahorros, etc.
Estas circunstancias concretas de las que hablamos varían en diferentes momentos de nuestra vida, puede haber épocas mejores y peores, las vacas gordas y las vacas flacas del Génesis.
Recordemos el consejo de José le dio al Faraón en esta historia de las vacas gordas y flacas, se debe ser prudente en época de abundancia si se sabe (o se sospecha) que después va a venir una época de escasez y guardar para esa época.
Vamos a estudiar, a continuación, la austeridad a nivel colectivo, es decir, la austeridad del país o del Estado.
Los Ciclos económicos
Los ciclos económicos afectan a la economía del país de manera periódica con independencia de la buena o mala situación general de la economía: a una fase de expansión económica sigue una de recesión.
En el ciclo de expansión hay dinero, las familias tienen dinero para gastar y comprar a las empresas que venden lo que producen y van a producir más, pagando más y mejores sueldos lo que hará que las familias tengan más dinero para seguir gastando y para ahorrar.
Esta buena situación llega a un límite máximo, a partir del cual la cantidad de dinero en circulación desciende produciéndose una crisis económica en la que las familias no tienen dinero para gastar y, por ello, las empresas no venden bien lo que producen y, por ello, dejan de producir y de pagar sueldos.
Y ¿por qué hablamos de esto en un artículo sobre austeridad?: muy fácil, sabiendo que existen estos ciclos y que a una época buena va a seguir otra peor deberemos estar preparados para la segunda, por lo que en la época buena, tanto las familias como las empresas, deberán evitar realizar gastos superfluos aunque tengan dinero para ellos.
Los Gastos del Estado
El Estado debe ser entendido como toda la organización pública del país, en nuestro caso el Estado Central, las Comunidades Autónomas, los Municipios y otros entes administrativos.
El Estado del bienestar tiene unos gastos que atender de varios tipos: debe pagar los servicios públicos (como la educación o la sanidad), crear y mantener las infraestructuras (como carreteras o puertos), atender las necesidades de la población y, por último, pagar sus propios gastos de gestión y funcionamiento. Para realizar todo este necesita dinero.
La única fuente de ingresos del Estado son los Tributos que los ciudadanos le pagan. Si la recaudación tributaria es suficiente para atender los gastos públicos no hay ningún problema, pero si no llega el Estado va a tener que pedir el dinero que no tiene prestado generando el déficit público.
Este apalancamiento del Estado supone generar una deuda que va a tener que pagar antes o después y que va a generar otro tipo de gastos, como sus intereses.
Como casi todo en economía esto no es bueno ni malo ni mejor ni peor pero sí puede ser oportuno o inoportuno. Depende del momento en que se haga, de por qué y para qué se haga y de la magnitud de la deuda que se contrae: si el Estado se endeuda en un momento dado para crear infraestructuras productivas (como carreteras) puede ser algo que active la vida económica y que merezca la pena pero si lo hace para atender sus gastos ordinarios una y otra vez tenemos un problema. Esto es lo que está pasando en España, la deuda pública está al mismo nivel que el Producto Interior Bruto de un año completo, lo cual es muy serio.
Si los gastos son los que son y los ingresos sólo son los que pueden ser, la manera de no generar tanto déficit será reducir los gastos (recortándolos) o aumentar los impuestos que pagan los ciudadanos.
La primera de las dos opciones, reducir gastos, es lo que podemos llamar austeridad; aquí lo importante será de dónde se reducen gastos.
Está claro que una reducción de gasto en asuntos sociales como la sanidad, la educación, la cobertura de desempleo o similares no es una buena opción ya que puede afectar a derechos constitucionales de los ciudadanos.
Sin embargo si se podría reducir gasto en los gastos de gestión y mantenimiento de la administración, tal vez tener tantas administraciones tan grandes, con duplicidades de funciones y con unos funcionamientos que podrían ser más eficaces si se aplicaran técnicas de mejora de la eficacia podría suponer un gran ahorro en el gasto público.
Otro lugar de donde recortar gasto público podría ser eliminar determinados gastos que no son exactamente sociales y que no tienen mucho sentido como determinadas subvenciones u otros.
La alternativa a esta austeridad será un mayor déficit o aumentar los impuestos, lo que puede ser contraproducente ya que una mayor presión fiscal no significa necesariamente una mayor recaudación (ver la curva de Laffer). Además, subir los impuestos no le hace ningún favor a la actividad de las empresas ni, por ello, a los salarios de los trabajadores.
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