Adam Smith
Nacido en Kirkcaldy (Escocia) en 1723 y habiendo realizado sus estudios en las universidades de Glasgow y Oxford, Adam Smith es considerado el padre de la teoría económica moderna y el máximo exponente de la economía clásica.
A partir de 1751 Smith fue catedrático de lógica en el Glasgow College, ocupando más tarde la cátedra de Filosofía moral que incluía temas de teología natural, jurisprudencia, ética y política; aquí se encontraron sus lecciones de economía y hacienda pública.
En 1759 publicó el libro Teoría de los sentimientos morales que tuvo gran difusión y éxito: en 1764 dejó la Universidad de Glasgow para ser preceptor de un menor en Francia; durante los cuatro años que realizó este trabajo y los diez siguientes dedicó gran parte de su tiempo a la escritura del libro que le haría universalmente famoso: Indagación acerca de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones publicado en 1776; continuó su vida contratado como agente de aduanas no publicando más libros.
La economía científica
Aunque la visión anglosajona, tan proclive a mirarse el propio ombligo, considera que la economía científica surge con la publicación, en 1776, del libro sobre la riqueza de las naciones, lo cierto es que la economía científica ya existía de mucho antes:
- La Escuela de Salamanca en el Siglo XVI ya había analizado, con un enfoque liberal, los problemas de la economía española y de los retos que suponía la colonización de América. Trató temas como la propiedad privada y la inflación. Su influencia se extendió por toda la Europa de la época.
- La Escuela Fisiócrata, de manera más breve y limitada en la Francia del Siglo XVIII, estudió temas como la producción como fuente de riqueza, la reforma agraria, la composición del capital, etc.
La Inglaterra de finales del Siglo XVIII y durante todo el Siglo XIX, con sus indudables éxitos en las guerras con sus rivales y su Revolución Industrial se convirtió, de alguna manera, en el centro del mundo y sus ideas y técnicas fueron asimiladas por todos los demás países; en este contexto las teorías de Adam Smith y, sobre todo, de su libro la riqueza de las naciones supusieron la fijación de lo que hoy llamamos economía clásica, que está aún vigente en algunos de sus aspectos y que permaneció inmutable hasta que fue matizada por Keynes más de un siglo después.
Filosofía moral y armonía de intereses
Para Smith los hombres actúan, más que siguiendo la lógica, por sentimientos como la simpatía, antipatía, gratitud o ingratitud. En comunidad los hombres buscan actuar correctamente para conseguir la aprobación de los demás y la suya propia.
Esto produce el acatamiento de unas reglas sociales, de obrar correctamente realizando acciones decorosas y decentes: pueden hacer cualquier cosa que respete los principios de equidad, justicia y rectitud de conducta.
La primera necesidad que siente el hombre es velar por sí mismo y mejorar su condición personal. Para ello el hombre debe buscar la solución en su propio trabajo y no esperar nada de la ayuda o benevolencia de los demás.
El deseo de prosperar, de emular a los mejores, actuando dentro de esas reglas sociales decorosas y decentes es perfectamente legítimo y produce el aumento del bienestar social.
El trabajo hecho por egoísmo, para mejorar la condición económica del que trabaja, favorece a la sociedad y a los más necesitados ya que, para prosperar, tiene que dar trabajo también a otros.
El productor egoísta, que busca únicamente su propio beneficio, da trabajo a otros muchos y comparte con ellos los resultados de la actividad.
Aquí surge la famosa metáfora de la mano invisible que les conduce y distribuye las cosas necesarias para la vida de manera parecida a como se hubiera distribuido si todo se hubiera repartido igualitariamente.
Para que esto pueda funcionar así es necesario que exista un sistema de libre competencia, el que vende más barato venderá más: cualquier tipo de monopolio o concierto para mantener bajos los sueldos de los trabajadores entre empresas es una violación de las reglas del mercado. Los productores no pueden confabularse para no cumplir las reglas del mercado.
En resumen, los individuos persiguen su propio interés y no el bien común pero, al hacerlo, consiguen aportar al bien común.
Principios a aplicar
Laissez faire o dejar hacer: el individuo no está sometido incondicionalmente al Estado, el Estado debe proteger los derechos inalienables y las libertades naturales frente al gobierno.
Competencia perfecta acción de los individuos por motivos egoístas pero sin que exista ninguno que tenga un control o ascendiente excesivo (ni particular ni del Estado).
Trabajo como fundamento de valor frente a la tierra o el capital el más importante es el trabajo porque es la aportación humana a la producción.
Toda la teoría parte de la existencia de la propiedad privada que aparece cuando el hombre se convierte en sedentario y se apropia de la tierra y de otros bienes.
Sin embargo, el terrateniente no produce, no aporta, es un mero aprovechador de los recursos. Es el empresario, que se apropia del trabajo de sus obreros, el que crea riqueza.
La sociedad avanzada debe alcanzar tres objetivos:
- Que se produzca la mayor cantidad de bienes posible
- Que la población pueda adquirirlos
- Que su coste sea lo más bajo posible.
Todo esto se consigue con la libre competencia y la iniciativa individual: el monopolio (tanto particular como gubernamental) persigue los precios más altos posibles y un peor trato a los trabajadores (pagarles lo menos posibles) mientras que la libre competencia produce los efectos perseguidos.
Debemos aclarar que en el tiempo de Smith lo habitual era el monopolio u oligopolio y que el naciente sistema industrial (capitalismo) le da una esperanza más o menos utópica (la mano invisible de la que hemos hablado) de que exista una competencia igual para todos sin dominio de ninguno.
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